El último malón











Bajo el cielo, todavía abrasador de principios del otoño, los caciques y caciquejos pampas habían estado llegando a la toldería. Esa noche, en que las hechiceras completaron sus ritos y augures, también corrió el aguardiente entre los guerreros, pero el hembraje quedó en las tiendas espiando en silencio. No había festejo porque no había nada para festejar. En el toldo grande de Pincén los viejos guerreros habían empezado a deliberar.

–Villegas mucho toro, Pincén matarlo como hombre, pero Falcone... chacal de la Pampa ¡despellejarlo vivo! –había gritado el gran jefe golpeteándose el pecho mientras los bravos aullaban frente a quien habría de conducirlos a la victoria. En medio del griterío, Porrón se puso de pie y asumió la postura "reclamo-oídos-de-guerrero". Los hombres se volvieron hacia él sorprendidos, esa postura sólo podía ser asumida por un cacique. Hubo un momento de silencio tenso en que el hombre midió y fue medido.

Porrón no era pampa sino mestizo, hijo de tehuelche y cautiva vasco-francesa. Desde pequeño había sido instruido en los secretos del desierto, luego se dijo que había escapado y llegado hasta Azul donde, al amparo de una familia de comerciantes italianos, finalmente había llegado hasta los Buenos Aires. Hablaba el español y leía en francés. Se burlaba de Rousseau y coincidía con Lao Tse, despreciaba a Santo Tomás y respetaba a Napoleón y Maquiavelo. Años después, decepcionado, había vuelto a la Pampa para convertirse en un guerrero de lanza y en un hábil táctico aplicando los principios de Tsun Tsu a la práctica del malón. De todos modos su rol de lenguaraz siempre inspiraría cierta desconfianza.

Picén hizo un gesto de aprobación y Porrón habló.

–Somos dos mil guerreros, no más. El huinca Roca juró en el Congreso que somos veinte mil y el Gobierno reunió un ejército de diez mil huincas armados con rémingtons. Podemos ganar una batalla pero no todas las batallas. ¡Hermanos! la gran Nación Pampa será entregada a los brazos de la muerte y nuestras chinas y gurises esclavizados por el cristiano si vamos a una lucha frontal.

Porrón hizo el gesto de pedir silencio para que los dioses hablen en visión. Luego explicó el plan. Comenzó con las consabidas fórmulas a la Pachamama. Inventarió las fuerzas indias disponibles así como el plan de ataque y exterminio del huinca. Luego trazó la estrategia: consistía en replegarse para mantener el incógnito del número y, con una pequeña fuerza, aplicar un golpe audaz pero demoledor en el símbolo más querido del enemigo. Entonces negociar de inmediato la rendición en condiciones ventajosas.

Porrón se puso de pie en la postura de guerrero-de-visión y dijo con voz de profecía

–Mantendremos parte de nuestro territorio, nuestra lengua y nuestras tradiciones. Nuestros hijos mezclarán su sangre con el huinca y surgirá una raza no sólo capaz de hablar con las estrellas sino de llegar a las estrellas... –hizo una pausa y agregó socarrón– pero el huinca nunca olvidará el malón en plena calle Florida.

Esa madrugada, en su toldo, Porrón evaluó la sitación junto a Tetita. Había logrado el mando de una pequeña partida de guerreros para atacar, en vez de la calle Florida, la zona de los prostíbulos de Quequén. Tetita, quien había sido cautiva de Pincén unos años antes, había prometido convencer al gran jefe de asignar mayor cantidad de armas, pero tampoco lo había logrado. Por último, el pequeño cofre de oro que debía aportar la familia de Azul, necesario para los sobornos al Congreso tampoco estaba confirmado. Parte de los caciquejos que podrían haber apoyado tuvieron que decidir entre la estrategia de Porrón y la suicida, pero heroica de Pincén.

El resto de la historia es por todos bien conocida. Roca exterminó a la nación Pampa en lo que pomposamente llamaron Conquista del Desierto. Se dijo que Porrón y Tetita habían muerto en una carnicería en las afueras de Dolores. No obstante otros historiadores los localizan liderando una de las columnas de camiones que desde Berisso y Ensenada convergían sobre la Plaza de Mayo, a mediados de octubre medio siglo después.

[Mar del Plata, 1984]

------------





No hay comentarios:

Publicar un comentario

© 2012. All Rights Reserved. Design by Biyan Pasau