Insuficiencia de la fotografía

Sobre la ceremonia de ingreso a la cofradía de Escuela en Parque Toledo, Julio 18, 2010.




En las fotos o vídeos de ese día es cuando la imagen registrada –fotográfica o vídeo, lo mismo da– revela su insuficiencia fundamental. Salvo para los protagonistas que reviven el registro. Y así y todo, revives que cuando llamaron al Pojo empezaste a aplaudir sin saber bien por qué: ¿sólo por joder? ¿por emulación televisiva o futbolera? ¿por contrapesar un protocolo ceremonial que exigía solemnidad?

¿Para qué aplaudir si nos iban a llamar a todos? ¿Por qué sobreactuar un simple procediminto?

Los intelectuales y demás bloqueados emocionales conversamos durante el primer día sobre que si emulación futbolística o torera, que si tradición ibérica profunda o propia de la globalización, que si el giro de la televisión que convierte al respetable en protagonista, o los 15 minutos de fama que desde Warhol la sociedad del espectáculo garantiza a todo ciudadano.

Tonterías. Error de rol frente a situación nueva. O dominancia de la memoria, como dirían en Mental. Nada grave... simplemente insuficiente para comprender lo que estaba pasando y crecía en cada llamada.

Habíamos trabajado entre pares y eran tus pares quienes te aplaudían. Y en ese momento agudo de todos enfocados en tí, te decían "no eres anónimo", "puedes sentirte aislado, pero no será por nosotros" y también "contamos contigo". Algo sencillo e inaudito: celebraban que estuvieras ahí. Seguramente mucho más para cada uno, esas cosas difíciles de traducir en palabras.

Bastante más allá de las popularidades y merecimintos personales, el aplauso vivo a cada cual fue la norma tácita desde el principio: el muy conocido por popular y el no tan conocido por inclusión. Esa parte del existir que te dan los demás, como en las tribus, aldeas o pueblos pequeños.

El segundo día se instauró el pasillo o paseíllo: collejas, palmadas, abrazos, jaleos. Algunos ya desde la multiuso salían llorando. Era divertido, emocionante, lúdico e infantil en el sentido limpio de la palabra.

Cuando pasabas el portal, subías a las carpas frente a la sala y comparabas los espacios, el bullicio de abajo con el silencio de arriba esperando la entrada, te dabas cuenta: los trecientos y pico de postulantes habíamos improvisado algo así como una pre ceremonia. Algo fraternal como se decía antes.

En el momento final estabas como debía ser: solo. Listo para declarar tu Propósito. Entonces un maestro te invitaba a entrar a la sala.

De abajo se veía que cada uno volvía con un andar diferente y cuando los recibías, también con una expresión diferente. Y te abrazabas con los amigos y con quienes no sabías ni el nombre .

Pero hubo más. Quizás el momento más emocionante como colectivo ocurrió el primer día al caer ese sol dorado de Toledo, cuando los maestros que habían llevado la interminable ceremonia bajaron para ir al restaurante en Aranjuez. Fue un aplauso inmóvil, pausado, sentido y largo. No de festejo ni de algarbía sino otra cosa que tenía que ver con silencio, gratitud y gozo. Una suerte de "gracias por lo que habeis hecho y lo que nos habeis permitido experimentar", "por tantas horas de un trabajo impecable", "por el esfuerzo y dedicación que exige mantener una atención exquisita", "por brindarnos ese instante memorable de rozar algo diferente". No era formalidad ni aplauso de compromiso. Aún los más duros de ojos tradujimos alguna señal que llegó al lagrimal.

En síntesis, quiero decir que no hay cámara reflex, ni de medio formato, ni automática, ni vídeo estándar, ni siquiera de alta definición que haga honor o se aproxime siquiera a estos registros.

[Parque Toledo, julio 2010]

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