Tenemos un problema en común: un factor oscuro, omnipresente, ubicuo y por tanto muy difícil de calibrar, que afecta no sólo a las funciones de la memoria y la imaginación sino básicamente a las de la percepción. Aparentemente inofensivo mientras uno mira al árbol o a la piedrita, pero contundente cuando se mira al otro o a uno mismo…
En éste último caso, lo que se ve tiene una lejana relación con lo que se mira, pero con una refracción tal que las consecuencias que se extraen resultan extraordinariamente distorsionadas. Como con el rifle de feria que apunta correctamente pero que, con una disimulada torsión del cañón, garantiza el error.
El verdadero problema, sin embargo, es que uno mataría para que no enderecen el cañón…
[Barcelona, marzo 2002]
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