En el sopor atemporal de un tatuaje de baja espalda, intentando invariablemente simetrías dudosas me observaba dialogando interminablemente con Usted. Ahora no dispongo ni de la energía ni de la consciencia como poder aludir a las constataciones que de aquellos interrrogantes devinieron, pero le juro que cuando recupere algo de potencial se las expreso. Tiene que ver con la función del Amigo como sucedáneo de una mirada trascendente, algo que al no poder mantener por si mismo, uno encomienda al Interlocutor.
[Argelés sur Mer, julio 2006]
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