Lo realmente disolvente es constatar que uno hace aquello que critica en otros: también reclamas una atención extraordinaria, también pasas por encima de los demás, también quisieras mantenerte al frente a toda costa, tampoco desaprovechas las prebendas, tampoco te pones en el lugar del otro ni por curiosidad, también manejas o te gustaría manejar a los demás a tu conveniencia, también crees que la realidad es como tú la ves ya que los demás son raros y que lo que te pasa a ti es más importante que lo que le pasa a cualquier otro.
Vamos, que no hay tanta diferencia entre uno y su peor enemigo...
[Barcelona, julio 2002]
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